El Archivo

 

El archivo de recolecciones sobre el que trabajamos fue comenzado hace 12 años, durante los festejos del bicentenario nacional. El trabajo fue realizado por un colectivo de 3 artistas jóvenes, Enebra, de las cuales una, Leonor Beuter, está viviendo actualmente en Berlín. La segunda, Lorena Urcola falleció hace dos años, dando lugar con su partida a la resignificación de éste material y la tercera, Maia Chisleanschi, continúa con la labor, sumando a otros colaboradores, como Natalí Tentori, que aporta su mirada desde lo literario poético y pedagógico.

El espíritu de estas recolecciones se puede descubrir en la mirada de los artistas que se acercan a las manifestaciones populares para reclamar, alzar su voz en pos de un festejo o de un derecho a ser reivindicado, pero además descubren en aquello que queda, en la enorme cantidad de basura que tapa las calles después, la evidencia del ecocidio de nuestra sociedad de consumo y deciden rescatar de ese tapizado desagradable algún objeto bello, por su forma, su color, sus dimensiones. Este movimiento, que también tiene cierto matiz lúdico, es al mismo tiempo un testimonio del paso de un cuerpo social que se manifestó, que tomó su voz activamente dándole corporeidad a un “nosotros” muchas veces dormido o invisibilizado. 

Esos trayectos que no están asociados a lo productivo, lo útil, la generación de dinero y mercancías, problematizan las categorías del espacio y del tiempo con las que se suele pensar la ciudad. Habilitan otro encuentro con el territorio. Animarse a un recorrido errático, azaroso y salir de la vida automática, nos da la posibilidad de construir nuevos sentidos, una historia no alienada al capitalismo de la que sea posible apropiarse subjetivamente.

En el primer encuentro con los objetos recolectados, las impresiones senso perceptivas y emocionales que surgen despiertan reminiscencias de tristeza. El encuentro con un elemento semi destruido, atravesado por el tiempo y el abandono, remueve la vinculación que nosotros como seres humanos tenemos con el cuerpo, propio y ajeno, en tanto materia finita. Allí pulsan, laten los significantes que cada unx tenga anudados a la idea de la muerte y del presente, la vida.

Cuando pensamos en instancias expositivas con estos objetos estamos posicionándonos en el lugar de la memoria, creyendo que este es un movimiento de construcción, que otorga sentido, es un acto fundante de identidad. Como una corriente que resiste a la marea devoradora a través del río del olvido y deja surcos en su lecho.


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